El pasado año la ciudad
de Salamanca acogió una muestra de uno de los más importante pintores de la tierra, Zacarías
González (1923 – 2003). A él pertenece este “Torero” pintado sobre cartón (41 x
46) con el que ilustro este post.
Tras su ideal (“es más importante dibujar que
pintar y aún cuando se pinte, en una obra más vale el dibujo que el color”) se
encerraba un carácter introvertido y casi huraño. Comenzó a dibujar a los
tres años y ya muy joven dibujaba para la prensa local salmantina retratando a
personajes del momento. Más tarde obtiene el titulo de maestro nacional y después
se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios. En 1948 expuso por primera vez
de manera individual. En 1950 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando
(Madrid) y comienza a relacionarse con el ambiente artístico de la capital. A
partir de 1960 participa en numerosas muestras colectivas nacionales e
internacionales.
Su pintura pasó por tres
etapas diferenciadas. Una primera figurativa (1940-1960) influido por artistas
como Benjamín Palencia, Solana y Cézanne; una segunda etapa abstracta
(1954-1965) acabando obras con abundantes texturas y elementos ajenos como la forja,
la madera y las telas y, finalmente, una segunda etapa figurativa entre 1965 y
2003.
Para entender su obra hay
que acercarse a su persona. Hombre de naturaleza íntima pintaba
fundamentalmente para sí mismo y sufría al desprenderse de su obra. Esa manera
de ser se agudizó en los años 60, llevándole a recluirse en su estudio de la
capital charra quedándose fuera de los círculos artísticos de forma
voluntariamente elegida. Falleció en Alicante.
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