lunes, 17 de enero de 2011

Cuestión de manos (que no de pies).

A tal conclusión debio llegar el público cuando Juan Belmonte (1.892 - 1.962) irrumpió en el panorama taurino hace un siglo. Sólo hace falta ver las fotos de la época en las que el trianero hace gala de asentar perfectamente las zapatillas en la arena frente al estilo, ligero de pies, con el que el resto de lidiadores salían de la suerte para volver a colocarse. Quietud y expresionismo elevado a la enésima potencia taurina frente a quien, incluso, vendría a sucederle: Manolete y su cite de perfil con la muleta algo retrasada. Genio y figura...

Como resulta reconfortante seguir hallando libros que, sin rubor, siguen remontando la historia para hablarnos de toros y toreros. Tal es el caso de “Juan Belmonte, en la soledad de dos atardeceres” (Ed. Almuzara) escrito por Salvador Balil al que esta noche se ha hecho entrega del premio IX Fábula Literaria Vicente Zabala. El escritor se encontró arropado y presentado por oradores de la talla de Andrés Amorós, Javier Hurtado, Fernando del Arco, el doctor D. Fernando Claramunt y Juan Lamarca como moderador que ensalzaron su figura de buen aficionado afincado en Cataluña.


A la mesa de oradores se unió, al final del acto, Yola Arango, nieta de Belmonte (foto Luis López).


Los que han podido leerlo cuentan que está entre los cinco mejores textos dedicados al “pasmo de Triana” y que tras su lectura, acompañada de abundantes fotos y apuntes taurinos para el recuerdo, queda tan ligado a la memoria que a buen seguro el aficionado lo releerá. De igual forma destacan las numerosas notas a pie de página y la falta de complejos para hacer hablar a los personajes al más puro estilo andaluz.



Hace tres años descubrí una foto antigua y la convertí en apunte. En un principio me llamó la atención por la reacción de una niña (abajo a la derecha) algo asustada por el gentío a la llegada de un torero. Aquel que no era otro que Belmonte el día de su alternativa (16 de octubre de 1.913).

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