Transcripción en una primera parte de las reflexiones
a cerca de la Fiesta del gran pintor ecuatoriano Oswaldo Viteri para la bitácora
hermana “Del Toro al Infinito” que gestiona magistralmente D. Juan Lamarca. Cierra a estas letras un clip (2:11) en el que Viteri pinta un personalísimo paseillo con tinta china.
* * *
"Desde niño tuve la experiencia de la entrañable Fiesta de los Toros.
Entrañable, porque siendo ésta la fiesta española, es también nuestra,
porque en América Hispana lo español es parte de nosotros mismos.
Para mi la Fiesta de los Toros no es solamente el oropel con que ella se
viste, sino sustancialmente el blanco y negro, la vida y la muerte, el
sol y la sombra, lo serio, lo profundo; eso, que tiene parentesco con
el cante jondo, que surge de las entrañas mismas de los pueblos. En
España y en América se manifiesta en el andar silencioso del torero, que
se aproxima a la ventana de la muerte, para mirarla de frente, en los
ojos, en las astas y el pelaje negro de ese incomparable y bellísimo
animal, el toro de lidia.
Cuando pienso y cuando vivo la Fiesta de los Toros, me remito
irremediablemente a ese claroscuro de Goya, ese monstruo del arte
universal que en su iluminada pupila reflejó con claridad absoluta lo
más profundo del pueblo español.
A más de las diferentes facetas que él las tocó magistralmente, la
Fiesta de los Toros, de la que él fue además de cierta manera
protagonista, es extraordinaria, porque solo así podría expresar con
tanta maestría esta dramática y profunda fiesta popular, por otro lado
tan controvertida. Es que esa parte, esa faceta española que llegó a
nosotros y se clavó profundamente, con todo ese misterio, con todo ese
duende, con toda esa desmesura, que es capaz España y América,
fundiéndose con nuestro sol que nos cae vertical en la mitad del mundo,
para iluminar las plazas de nuestros pueblos.
Desmesurada es la cultura de los pueblos de América, por que tiene
cimiente profunda y es capaz de aplaudir la corrida de toros en la luna;
yo mismo la he visto cuando en noche febril tomando solo un pañuelo, la
miraba mientras el asta de un toro rozaba el latido de un corazón
enardecido"
(continuará)
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