jueves, 12 de noviembre de 2009

Castella, le Roi.

Cuando el pasado mes de agosto vi a Sebastian Castella (Herault, Francia – 1.983) en Málaga, me di cuenta de que estaba ante un torero valiente pero de gran sensatez taurina. Anunciado inicialmente mano a mano con Perera, dejó atrás al resto de la terna en un arrimón del que arrancó una oreja a cada toro pese a la tacañería presidencial. Orejas que finalmente sumarían 45 las cortadas en 30 paseíllos en plazas de primera categoría, con uno de los mejores coeficientes del escalafón. Las dos puertas grandes de Las Ventas refrendaron la temporada más interesante del torero francés.

¿Joven maestro?. Yo no me atrevería a tanto. Para maestros aquellos en los que el templado espada se mira: Manolete, Ordóñez, Ojeda… pero si que es de aquellos que por su serio carácter ha hecho de la profesión su vida. Conoce tanto al toro como las suertes de la lidia, pero la etiqueta de maestro es un temprano tributo para un camino, a veces, penoso. El maestro, desafortunadamente, no tiene margen de oportunidades y toros. Jamás estará íntimamente satisfecho y en ese afán de superación descuidará, en ocasiones, los cánones básicos de su tauromaquia… quién sabe si en busca de nuevas reglas. Maestro, ese científico de luces capaz de morir en el laboratorio del ruedo.

Con la Oreja de Oro 2.009 de Radio Nacional ganada con diferencia el pasado domingo, Castella hace de esta temporada un ciclo redondo. Incluso jugando con la teoría de las descripciones de Russell podemos afirmar merecidamente de él “¡Castella, Rey del trono de la torería!”.
"Castella, maestría pendiente"
acrílico sobre papel de Luis López.

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