
De arriba abajo, obras de Macaya, Coronado, Morales y Pastor que se exponen en la Galería Alcolea.

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Sobre estas líneas, dos de los apuntes en tinta de Eloy Morales.
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De arriba abajo, obras de Macaya, Coronado, Morales y Pastor que se exponen en la Galería Alcolea.
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Sobre estas líneas, dos de los apuntes en tinta de Eloy Morales.
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A la llamada a filas en defensa de la Fiesta en los últimos días, los reservistas no se han quedado atrás. Calamaro y Sabina son buenas muestras de ello.
Andrés Calamaro nunca ha ocultado el magnetismo que tiene para él la lidia al mostrar alusiones taurómacas en canciones como “El tercio de los sueños” y “Media Verónica”. Ahora, en ejercicio de su libertad de pensamiento, rechaza el clásico paquete de ideas progresista que no quiere las corridas en general y en Cataluña en particular. Sin llegar al ensayo inteligente, propio de autores como el francés Francis Wolff y su muy recomendable “Filosofía de las corridas de toros”, el rechazo antitaurino, “progre” o no, evita conocer lo desconocido admitiendo las opiniones de políticos y voceros que tratan de normalizar y homogeneizar ideas. Si siguen apareciendo datos como los desvelados hoy por Gonzalo Santonja en la presentación de su libro “Luces sobre una época oscura (El toreo a pie en el s. XVII)”, podemos datar en 1.663 el contrato más antiguo de una terna de toreros, lo que añadiría 100 años más de historia a nuestras corridas de toros. Toda una tradición popular que no admite limitación.
Me contaba un amigo que en su pueblo lo normal es que a los críos, cuando se les entra con los brazos por delante y los dedos en punta dispuestos a modo de pitones, les salga de forma natural el más genético de los recortes. Esa libertad de acción de jugar con el toro nunca podrá ser encarcelada ni por el dogmatismo progresista ni la indiferencia conservadora. Calamaro, como muchos otros, se cruza al pitón de la incorrección política, de donde vienen feas cornadas pero también hermosos triunfos sobre el toro de la ignorancia.
Arriba, "Calamaro, de golpes y alamares", tinta sobre papel de Luis López.
Arriba dcha, dos obras de López Canito disputan protagonismo a la joven promesa del toreo mexicano, "Jesusín".Izda, José Tomás visto por Canito.
Abajo centro, "Tarde de toros" y el pintor junto a su "Tendido de los sastres".
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Exposición: López Canito. Club Taurino de Pinto (c/ Alfaro, 18 - Madrid). Horario: Martes a viernes, de 17:30 a 20 h. Sábados y domingos, de 12 a 14 h.
Hasta la llegada de Carlos Ruano Llopis a México, la pintura taurina en ese país carecía de tradición. De hecho, el gran artista levantino dio pie a la escuela mexicana. Fue a raíz de un encuentro con el genio valenciano cuando Francisco (Pancho) Flores (México, 1919 – 1984), se animó a dedicarse de lleno a la pintura. Antes, aquel joven autodidacta y romántico en el concepto de su obra, dibujaba historietas y esbozaba maravillosos apuntes del natural. Su extraordinario dibujo, sin endurecer el movimiento de los lances como si estuvieran vivos toro y torero, dio paso a un estilo en el que daba muestras de no contentarse con plasmar figuras en el lienzo. Trataba de dar la mayor expresividad al rostro de los toreros una vez había llegado a sus almas como artistas.