Hace unos días hablaba con el matador Juan Carlos Arranz sobre el pobre resultado de la encerrona de Talavante en Las Ventas. Esa tarde no acompañaron ni la climatología (tarde fría y con mucho viento) ni los toros, para los que entienden por falta de raza y para mi algunos sin fuerza y con alguna vara de más pese a la desesperación de Corbacho en el callejón. Y el matador interesante en el primero cuando toreó con el compás abierto alargando las embestidas, y pesadito cuando optó por la rigidez y la falta de ángel al encajar la figura, algo muy tomasista. Lo cierto es que la charla condujo inevitablemente al festejo de Málaga: " - dos tíos..." me decía "... vamos, que se ve que Perera dijo, si tú tienes yo más, y ahí se encontró con la cornada". ¡Qué gráfico y a la vez que torero en su expresión y, a lo tonto, qué titular!.
José Tomás y Miguel Ángel Perera protagonizaron el domingo de Resurrección una tarde de rivalidad garantizada. Magnífico antecedente para esas tardes en las que estén anunciados con todo mi respeto por el tercer espada. Está claro que la quietud y el valor se expresan de dos formas aparentemente parecidas pero distintas y válidas. Tomás firme e inmóvil cuando se acortan las distancias; su corazón debe latir de una forma especial cuando el inicio casi militar del pasodoble Manolete suena en sus faenas. Perera, por lo visto ahora ojedista en su estilo, es diferente. Es vergüenza, profesionalidad, el jugar con las embestidas acortándolas deliberadamente en series de redondos y ochos que escapan de toda matemática finita. Ambos se han propuesto dar salida a ese rechinar de dientes provocado por la negativa de algunas empresas siendo toreros universales y no espadas de conciencias fronterizas y sibaritas.
El duelo está servido, ¡allá el que se lo pierda!.
Arriba: "Tomás y Perera o la dialéctica de la quietud"
(grafito y ceras sobre papel de Luis López).
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