jueves, 5 de noviembre de 2009

Corazón de poeta, corazón de torero.

Entre lo escrito y leído sobre Ignacio Sánchez Mejías, siempre me llamó la atención la anécdota, si se puede llamar así, en la que el poeta Rafael Alberti, taurino él y gran amigo de Ignacio, hizo el paseíllo en la plaza de toros de Pontevedra el 3 de julio de 1.927.

Alberti, que de alguna forma soñaba con vestirse de luces, encontró en el espada sevillano el alma cómplice de su deseo. Hubo una intentona por que figurara en su cuadrilla en un festejo anterior en Badajoz, pero finalmente el poeta se negó. En cambio, a las cinco y media de aquella tarde del mes de julio, Alberti acudió al patio de cuadrillas vistiendo un terno naranja y negro, traje, por cierto, de luto que Ignacio conservaba desde la muerte de Gallito en Talavera. Los minutos siguientes debieron ser sublimes y eternos, “con cierto encogimiento de ombligo...” como relataría después en su libro de memorias “La arboleda perdida”. Finalizado el paseíllo, el poeta andaluz había hecho todo lo que tenía que hacer aquella tarde en el ruedo: sentirse hechizado por las impresiones de la tarde, percibir la balsámica sensación del éxito en forma de aplausos y vítores y poco más. Al salir el primer toro, comprendió la astronómica distancia que hay entre un hombre sentado ante unos versos y otro de pie esperando la embestida del “ciego rayo sin límite” que es un toro de salida. Y de esta forma, terminada la corrida, se cortó la coleta. Una efímera carrera taurina que duró tan solo tres horas. Como así hizo de manera inesperada también Sánchez Mejías esa misma tarde.


"Diego Urdiales liándose el capote de paseo",
acrílico sobre papel de Luis López.

Juan Ramón Jiménez, al enterarse del suceso, llegó a decir de manera sarcástica: “Me he enterado de que Alberti anda con gitanos, banderilleros y otras gentes de mal vivir… ¡Está perdido!”.

6 comentarios:

Enrique Martín dijo...

Si digo ¡olé! por la pintura, no digo nada nuevo ni original, pero lo digo, ¡olé! Y además comparto la fascinación por esta anécdota, junto con otra que se cuenta de que antes de una de sus retiradas, Ignacio estaba vistiéndose para torear y le comentó a Cossío que dejaba los toros. Y ante los ruegos del escritor y los intentos por convencerle para que reconsiderara su decisión, Ignacio le contestó, más o menos: ¿tú crees que a mi edad está bien que salga ante el público con estas medias rosas? Genial.

Ánimo Luís y ya me dirás como manejas tan bien los pinceles.

Anna Nelubova dijo...

Luis, me gusta mucho esta tu pintura que tiene muchos sentimientos.
Muy bonito y muy significativo!
un abrazo

Tercio de Pinceles dijo...

Querido Enrique,

Gracias y me alegro de que mantengamos esa complicidad entorno a la Fiesta.

No conocía la anécdota que me cuentas, pero ya se sabe que Ignacio tenía esas y muchas otras cosas. Gracias por ilustrarnos.

Y en cuanto a los pinceles poca receta puedo dar, amigo. Suelo pintar aquello que me gusta y eso se nota.

Solo me queda darte mi aliento para que a través de tu estupenda bitácora Toros Grada 6 nos sigas dando información y opinión de peso como hasta ahora.

Un fuerte abrazo,

Luis

Tercio de Pinceles dijo...

Querida Anna,

Gracias una vez más por tu comentario.

Si hay algo que siempre me ha llamado la atención de ti, es esa afición y sentimiento por la Fiesta que te hace tan especial.


Un fuerte abrazo,

Luis.

Ignacio SM dijo...

Estimado Luis:
Lo que no has comentado de ese sucedido es que Alverti, nada más roto el paseillo se parapató en un burladro dentro del callejón y no movió un alamar en toda la corrida. Sólo quería hacer el paseillo.
La otra anécdota también es cierta.
Agradezco los recuerdos de Ignacio Sánchez Mejías.
Un saludos

Tercio de Pinceles dijo...

Estimado Ignacio,


Agradezco tu puntualización. Quizás no ha quedado clara en mi entrada la participación de Alberti en el festejo.

Puede que al concretar diciendo que "...finalizado el paseíllo, el poeta andaluz había hecho todo lo que tenía que hacer aquella tarde en el ruedo..." no esté sobradamente claro que, como tú muy bien dices, no se movió del callejón.

Por otro lado, destacar la fuente interminable de curiosas anécdotas que es Sánchez Mejías. Un personaje único para mi del que esperamos una exposición monográfica en Sevilla.

Un saludo,

Luis