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Contaba el escritor Antonio Díaz-Cañabate con fino humor: “Llovió en la árida pradera de la pintura taurina. Descargó la nube esplendida de Roberto Domingo y, en cuanto pudieron, comenzaron a salir caracoles iguales, todos alargando sus cuernecitos hacia la luz que había alumbrado al gran Don Roberto, el de los toros…”. Y otro don y amigo común de cuyo estilo hiperrealista podemos disfrutar actualmente en la Casa de Vacas del Retiro, don Eloy Morales, vendría a decir aquello de que “todos los pintores taurinos vienen de un mismo tronco”. Poco que añadir por mi parte a tales opiniones de peso, sólo que prefiero descafeinarlas teniendo en cuenta lo difícil que es cambiar, innovar, en definitiva, hacer algo nuevo en esto que llamamos pintura taurina y 
que el aficionado no lo ignore.
Y a esa ardua tarea se dedica Diego Ramos.
Le conocí en mayo de 2.009 con motivo de una de sus estupendas muestras en Las Ventas. Y ya entonces su catálogo ya era una inconformista y deslumbrante apuesta de obras entre óleos, sanguinas, acuarelas y pastell. Como ahora que nos presenta en el Círculo Mercantil de Sevilla su obra reciente por momentos clásica al buscar en las raíces de la tradición, pero sin llevar la “faena hecha del hotel” pues son trabajos de irrepetible factura en los que predomina el impresionismo en la figura y el trazo aguerrido más que el detalle. Nunca bajo la alargada sombra de sus antecesores, pues Diego Ramos no es un pintor-gráfico como lo fueron ellos. No lo necesita. Afortunadamente su quehacer descansa más que en la necesidad de tener este pase o ese lance para mañana, en la elección personal de no ser el mismo que ayer.
Y seguro que, aunque suene artísticamente inquietante, ahora ya no es él… Es otro…
Contaba el escritor Antonio Díaz-Cañabate con fino humor: “Llovió en la árida pradera de la pintura taurina. Descargó la nube esplendida de Roberto Domingo y, en cuanto pudieron, comenzaron a salir caracoles iguales, todos alargando sus cuernecitos hacia la luz que había alumbrado al gran Don Roberto, el de los toros…”. Y otro don y amigo común de cuyo estilo hiperrealista podemos disfrutar actualmente en la Casa de Vacas del Retiro, don Eloy Morales, vendría a decir aquello de que “todos los pintores taurinos vienen de un mismo tronco”. Poco que añadir por mi parte a tales opiniones de peso, sólo que prefiero descafeinarlas teniendo en cuenta lo difícil que es cambiar, innovar, en definitiva, hacer algo nuevo en esto que llamamos pintura taurina y 
que el aficionado no lo ignore.Y a esa ardua tarea se dedica Diego Ramos.
Le conocí en mayo de 2.009 con motivo de una de sus estupendas muestras en Las Ventas. Y ya entonces su catálogo ya era una inconformista y deslumbrante apuesta de obras entre óleos, sanguinas, acuarelas y pastell. Como ahora que nos presenta en el Círculo Mercantil de Sevilla su obra reciente por momentos clásica al buscar en las raíces de la tradición, pero sin llevar la “faena hecha del hotel” pues son trabajos de irrepetible factura en los que predomina el impresionismo en la figura y el trazo aguerrido más que el detalle. Nunca bajo la alargada sombra de sus antecesores, pues Diego Ramos no es un pintor-gráfico como lo fueron ellos. No lo necesita. Afortunadamente su quehacer descansa más que en la necesidad de tener este pase o ese lance para mañana, en la elección personal de no ser el mismo que ayer.
Y seguro que, aunque suene artísticamente inquietante, ahora ya no es él… Es otro…
Arriba cabecera "Enganche en rojo", óleo sobre tabla (41 x 116 cm).
Centro izda. "Piquero", óleo sobre tabla (41 x 33 cm).
Abajo centro "Toros", óleo sobre lienzo (54 x 76 cm).
* * *
Exposición: "Obra reciente" de Diego Ramos.
Fecha: Del 25 de Abril al 8 de Mayo.
Lugar: Círculo Mercantil e Industrial (c/ Sierpes, 65. Sevilla)
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